Triunfos Mundiales: La Pasión de Maxi por el Futuro
Publicado: 07 / 12 /2025Para Juan Pablo Sorín, el Mundial es más que un torneo; es la cúspide del sueño futbolístico. No solo se vive en la cancha, sino que se siente en cada fibra del ser al escuchar el himno, representando a toda una nación. Desde esa intimidad, observa el horizonte de 2026 con un enfoque que combina romanticismo, curiosidad y una profunda nostalgia.
El ícono del fútbol argentino celebra que cada vez más futbolistas y futbolistas tengan la oportunidad de brillar en un Mundial. Recuerda cómo inició su camino con el deseo de ser profesional y la ilusión de vestir la camiseta de su patria. Para él, jugar un Mundial resume la esencia de un sueño forjado desde la infancia.
El ex capitán subraya la importancia del formato ampliado del torneo, que abre las puertas a selecciones emergentes. Sin embargo, ratifica su condición de “romántico del fútbol” y hace un llamado a que el espectáculo no pierda su esencia. Expresa su anhelo de que el 2026 se convierta en una celebración monumental, donde el aumento de equipos eleve la emoción y no diluya la pasión.
Estados Unidos, Canadá y México como escenario
Sorín resalta el crecimiento de Estados Unidos, Canadá y México en el ámbito deportivo. Elogia la logística y la infraestructura de estas naciones, especialmente subrayando a Canadá, cuyas condiciones climáticas en el tiempo del torneo son ideales. Cree firmemente que se presentarán al mundo en su mejor versión.
Los Mundiales de 1970 y 1986 ocupan un lugar privilegiado en su recuerdo. Menciona la epopeya de Diego y la memorable corrida de Burruchaga, elogiando el ambiente vibrante que sin duda será un fulgor en 2026.
Qatar 95: el Sub-20 que abrió todas las puertas
En su viaje por la memoria de sus Copas, Sorín regresa a su primer gran contacto con el escenario mundialista: el Mundial Sub-20 que ganó en Qatar. Este evento fue el precursor de su carrera, definiéndolo como “otro Qatar”, muy diferente al que el mundo vio en 2022.
Del Sub-20, además del triunfo, resalta el documental “Érase una vez en Qatar”, que revivió la campaña del equipo juvenil. Para él, ese viaje fue la confirmación de su potencial para representar a Argentina en la elite futbolística, en un entorno que le era completamente extraño.
2002 y 2006: de la bronca del 98 al pase a Maxi
El defensor rememora la frustración por no haber llegado al Mundial de Francia 98, en un momento en que se sentía en su mejor forma. La redención llegó en Corea-Japón 2002, donde defendió los colores de la mayor en una etapa dura para la Selección. A pesar de los contratiempos, valora haber alcanzado el sueño de vestir la sagrada camiseta.
En Alemania 2006, la camiseta albiceleste le brindó momentos imborrables. Su pase a Maxi Rodríguez en el gol ante México es un recuerdo vivo, que compara con aquel famoso pase de “Negro” Enrique a Maradona en 1986. Esa jugada, siente, es un hito que se vive una vez en la vida.
Un equipo solidario que sigue en la memoria
Sorín también resalta el espíritu colectivo de la Selección 2006. Valora la solidaridad, la inclinación ofensiva y la aplastante goleada ante Serbia como imágenes emblemáticas de un equipo que aún resuena en la memoria de los hinchas como “un equipazo”.
Para él, el hecho de que Leo Messi jugará su primer Mundial bajo su capitanía es un tesoro personal. Compone una narrativa que ha compartido con su hija; en ella se entrelazan orgullo, legado y la fortuna de haber jugado al lado de quien se convertiría en campeón del mundo años más tarde.
De 1978 a Qatar 2022: un hincha más entre millones
Como fanático, Sorín señala tres Mundiales significativos: 1978, que forjó su infancia, 1986, cuando Diego trazó poesía en movimiento, y Qatar 2022, una experiencia emocional total. Aunque estuvo como comentarista, la vivió intensamente con su familia.
Recuerda la vibrante canción “Muchachos”, las multitudes argentinas que viajaron sin reservas y un equipo que encarnó humildad, hambre y sacrificio. En la Scaloneta ve la culminación de legados de Menotti, Bilardo, Pekerman y de un cuerpo técnico que logró unir generaciones.
Con esa rica herencia en el horizonte, Sorín vuelve a emocionar al mirar hacia 2026. Porque detrás del nuevo formato del torneo, de la imponente infraestructura y la logística, persiste la misma idea que lo motivó en Qatar 95, en 2002 y en 2006: un país entero listo para soñar con una esfera que, cada cuatro años, se transforma en el motor de sus ilusiones.
