Colapinto brilló en Singapur y estuvo a nada de sumar puntos.

El destino, caprichoso como un piloto temerario, puede torcerse con la velocidad de un motor encendido. En un giro lleno de emoción, Franco Colapinto ha emergido desde los confines de la Fórmula 2 para codearse con gigantes en la Fórmula 1, la cumbre del automovilismo mundial. Con tan solo 21 años, este pilarense ha deslumbrado en el Gran Premio de Singapur, donde, en un circuito urbano hostil y desconocido, finalizó en una destacada posición 11°, dejando a todos a un paso de los puntos y con una sonrisa que desborda confianza.

A veces, un 11º lugar puede parecer desalentador; sin embargo, para Colapinto, un competidor voraz, esta posición podría haber dejado un sabor amargo. Era consciente de que su Williams había sido optimizado para ganar puntos y, a pesar de las dudas iniciales en su equipo sobre su potencial, el rendimiento que ofreció junto a las mejoras del vehículo dejó a todos con esperanzas. La dinámica de la escudería en Grove parece haber renacido a la vida, y el objetivo de avanzar en Marina Bay se convirtió en una obsesión colectiva.

El espectáculo comenzó en la largada: Colapinto, astuto como un zorro, se lanzó por la interior, y ganó tres posiciones en un abrir y cerrar de ojos, superando a experimentados pilotos como Carlos Sainz, Alex Albon y Yuki Tsunoda. Pero no todo sería fácil; debió resistir los embates de un Checo Pérez que, aunque lo elogió (“es muy difícil de pasar”), no se detendría hasta arrebatarle la posición.

Sin embargo, el asalto a los puntos se vio frustrado por una estrategia errónea de su equipo. Colapinto, quien pedía a gritos una parada a boxes para cambiar los neumáticos que ya no rendían, tuvo que esperar mientras su ingeniero decidía estirar la vida útil de los compuestos. La jugada fue negativa, y un astuto Pérez le arrebató su lugar con un undercut envidiable. Desde ahí, la lucha por el décimo puesto se convirtió en una batalla infructuosa, aunque el pilarense no se rindió y buscó hasta el último segundo.

A pesar de las adversidades, Colapinto reafirmó su talento, mostrando que es más que un novato en la F1. Superó a su compañero Alex Albon, quien tuvo que abandonar por problemas mecánicos, y dejó a su escudería con motivos para soñar en un futuro no tan lejano. La carrera, marcada por el calor y una humedad asfixiante, duró casi dos horas, poniendo a prueba la resistencia y el temple de todos los pilotos en pista.