El eco de la censura en el rock: Milo J y el show que no fue en la ex ESMA, anulado por un fallo judicial de Baños y Cúneo Libarona
Publicado: 13 / 02 /2025El eco de un grito: “20 mil almas por la memoria”. Así comenzaba el día en el que Milo J, la joven revelación del rock argentino, se preparaba para hacer vibrar a 20 mil adolescentes en un show gratuito en la ex ESMA. Pero en lugar de acordes y emoción, llegaron las sombras del poder. En un giro insólito y desesperante, el Gobierno de Javier Milei, a través de su secretario de Derechos Humanos, Alberto Baños, suspendió el evento por una medida cautelar que rasgaba el velo de la libertad artística. Con un desmesurado operativo de seguridad que incluía Policía Federal, Gendarmería y Prefectura, se envió un mensaje claro: el poder no tolera que la memoria despierte a la juventud.
La jueza María Alejandra Biotti, cabeza del Juzgado Contencioso Administrativo Federal 5, se convirtió en la ejecutora de una decisión que, lejos de cuidar la seguridad, consolidó un acto de censura que deja a toda la cultura argentina en el ostracismo. Los organismos de derechos humanos denunciaron esta acción como un atentado a la libertad de expresión, subrayando que la realidad contrasta con el argumento de que no existían permisos. La madre y manager de Milo J, Aldana Ríos, denunció extorsión: “Si no suspendíamos, nos amenazaron con reprimir a los chicos”. Tiempos oscuros parecieran regresar, pero la verdad resuena con fuerza.
¿Quiénes son los protagonistas de este conflicto? El joven artista, conocido como Milo J, ha cautivado con su música a toda una generación. Aldana Ríos, su madre, no solo es su manager, sino también un pilar en la lucha por la libertad de expresión artística. Por otro lado, Alberto Baños se erige como un personaje controvertido, cuyo papel reafirma la agenda negacionista de la administración Milei. En paralelo, figuras como el gobernador Axel Kicillof y artistas de renombre como Soledad Pastorutti emergen en respaldo a la voz de Milo. Juntos, en este escenario de resistencia, se han convertido en símbolos del pulso cultural contra la opresión.
En este contexto, tres datos relevantes emergen con claridad. Primero, la Ley N° 26.415, que fundamenta la creación del Espacio Memoria y Derechos Humanos, ha sido manipulada para acallar a las voces jóvenes. Esto no solo atenta contra la memoria histórica del país, sino que también busca desmovilizar a una juventud que ansía el cambio. Segundo, la movilización de fuerzas de seguridad excesivas frente a adolescentes que solo buscaban arte, es una táctica de amedrentamiento que deslegitima cualquier justificación en nombre de la seguridad. Y en tercer lugar, el impacto inmediato del evento cancelado: muchos de esos jóvenes descubrieron por primera vez la historia oscura de la ESMA, convirtiendo un intento de censura en una oportunidad educativa involuntaria.
Pues ante la adversidad, la realidad se transforma. Como reveló Manolo Franco, sobreviviente de la ESMA, “el negacionismo puede intentar ganar, pero hoy miles comprendieron que el camino hacia la verdad es la memoria”. Así, mientras los colores del rock argentino tiñen la historia, la juventud se encuentra en el umbral de una nueva conciencia. Es un recordatorio: cada acorde desafiante en el aire es un acto de resistencia ante los embates del poder.
Finalmente, el relato de Aldana Ríos, sosteniendo su camiseta de Morón y denunciando la celeridad con la que la Justicia actuó en contra de su hijo, encapsula la tragedia de una generación atrapada entre el eco de atrocidades pasadas y un futuro incierto. La pregunta persiste: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar un gobierno que teme a la música y a la memoria? En un país donde la música siempre fue un refugio y una herramienta de cambio, la lucha apenas comienza.