El milagroso escape de Romain Grosjean del fuego que le salvó la vida.

Publicado: 30 / 11 /2024

Hoy se cumplen cuatro años del increíble accidente de Romain Grosjean en el GP de Bahrein de 2020. Aquel francés, casi salido de un cuento de hadas o, mejor dicho, de un camino de fuego, se ganó un apodo perfecto: el “Phoenix”. Como cada año, Grosjean, un tipo que arrancó en Suiza pero la historia le vino mejor en francés, decidió recordar a todo el mundo ese terrible choque que puso al mundo del automovilismo al borde del asiento.

Este año, en la IndyCar, su ex compañero Agustín Canapino en el equipo Juncos Hollinger Racing sigue admirando aquel mito: el piloto que, sin ganar carreras ni campeonatos, dejó su marca eterna en la Fórmula 1: “Soy el que escapó de las llamas”.

Lo que quedó del Haas que manejaba ahora está en una F1 Exhibition que se montó primero en Madrid y ahora descansa en Londres hasta 2025. Fue ver esa reliquia carbonizada y reflexionar sobre cómo esa cúpula de seguridad y el halo le salvaron la vida, la pura verdad. “La celda de supervivencia está ahí para vos en esos golpes grandes. Yo salí entero de ahí gracias a eso”, cuenta él con la misma calma que el día del accidente.

Agustín Canapino y Romain Grosjean en Juncos Hollinger Racing en 2024. (Prensa Juncos Hollinger Racing)
Agustín Canapino y Romain Grosjean en Juncos Hollinger Racing en 2024. (Prensa Juncos Hollinger Racing)

Aquella carrera empezó con un toque fuerte entre el monoplaza de Grosjean y el de Daniil Kvyat. Cuando quiso acordar, su auto se partió contra el guardarraíl y prendió fuego. La FIA explicó científicamente el lío: el tanque de combustible se soltó y el motor perdió conexión de suministro, dejando salir el combustible. Pero, para Romain, solo contaba el instinto de salir del infierno, porque, a eso había llegado, a luchar por la vida en esos veintiocho eternos segundos.

Después de la carrera, Romain relató que pensó que ese era el fin. “Abrí los ojos, me desabroché el cinturón y traté de escapar. Fueron 28 segundos, pero parecieron una vida”, confesó. Al enfrentarse al fuego, una reflexión: “Pensé en Niki Lauda y me juré no terminar igual. No era mi última carrera”.

Con sus hijos en la mente, sacó fuerzas para finalmente salir del auto. Se enfrentó a lo que parecía la muerte, que hasta bautizó como “Benoit”. Pero un instinto de sobrevivir, por él y por sus hijos, prevaleció. Finalmente, caminó hacia el auxilio que le brindaron los oficiales allí presentes.

Asistentes de la FIA intentando controlar el fuego que desprendía el Haas de Romain Grosjean. (Photo by Bryn Lennon / POOL / AFP)
Asistentes de la FIA intentando controlar el fuego que desprendía el Haas de Romain Grosjean. (Photo by Bryn Lennon / POOL / AFP)

Hoy, mirándolo desde otra perspectiva, su historia es un recordatorio de la importancia de la tecnología y la seguridad en el automovilismo. Gracias a esto, Grosjean solo sufrió quemaduras en sus manos. Con un final más que positivo, dejó la F1 y se reinventó en la IndyCar, llevando consigo la sabiduría de una vida que, literalmente, volvió a comenzar.

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