Las decisiones que desilusionaron a los mercados y empujaron al real a su nivel más bajo.
Publicado: 02 / 12 /2024El convulsionado escenario económico brasileño ha llegado a un punto crítico esta semana, cuando el real brasileño cayó a un mínimo histórico este jueves, mientras que las acciones del país experimentaron una notable caída, la peor desde principios de 2023. Este sombrío panorama financiero está ensombrecido por un déficit presupuestario que asusta a los inversores ante medidas de ajuste fiscal que, a su juicio, no logran afianzar la confianza necesaria para la estabilidad.
En una jornada emocionalmente cargada, la moneda brasileña sufrió una depreciación del 1,5%, ubicándose en 6,02 por dólar. situación que se vio acompañada de tasas de swap incrementadas por más de 40 puntos, y una baja del 2,4% en el índice bursátil de referencia del gigante sudamericano.
Ya viernes, la situación no mostraba un cambio positivo. el real seguía cayendo, proyectándose para cerrar una de sus peores semanas en términos de depreciación. El real cayó un 1,6% adicional aquel día, sumando una pérdida semanal cercana al 5%, siendo la moneda de peor desempeño entre los países en desarrollo.
Dólar: qué medidas tomó Brasil
El eje del ajuste lo lidera el ministro de Finanzas, Fernando Haddad, quien asumió el desafío de presentar un programa audaz para recortar 70.000 millones de reales en gastos hasta 2026. Entre estas medidas destacan los límites al crecimiento salarial, especialmente del salario mínimo, y una mayor carga tributaria para aquellos ingresos superiores a 50.000 reales mensuales. La intrincada jugada de Haddad busca reconducir la economía, lidiando con un déficit fiscal en aumento mientras mantiene una fachada de justicia social.
Patricia Urbano, desde Edmond de Rothschild, ofrece una perspectiva crítica: “Vemos un incremento en el nivel de incertidumbre y percepción de riesgo en los activos de Brasil”. Se han vendido activos durante estos dos días, y los pronósticos no son alentadores, reflejando un temor que podría aún escalar dada la opacidad en las políticas fiscales.
Este clima de incertidumbre se agudizó con el refuerzo de compromiso del presidente Luiz Inácio Lula da Silva hacia el plan fiscal. A pesar de las promesas de medidas adicionales de Haddad si fueran necesarias, Lula prefiere concentrarse en consolidar las propuestas vigentes antes de siquiera considerar alternativas en desarrollo. Un giro políticamente cargado busca reafirmar control económico pero que no logra captar la confianza inversora.
Con un panorama caracterizado por el aumento del déficit presupuestario, el gobierno Lula muestra determinación en su gasto público significativo, en su misión de elevar el estándar de vida de los brasileños más pobres. La administración enfrenta desafíos adicionales derivados de desastres naturales y otros obstáculos que afectan la infraestructura y la estabilidad financiera.
El debut de estas acciones vino acompañado de tensiones dentro del mismo gabinete, con retrasos en el anuncio debido a presiones de Lula por una exención del impuesto para salarios menores a 5.000 reales. Este componente genera críticas desde los círculos financieros, quienes lo ven como un desacierto para lograr un impacto fiscal efectivo.
Luis Cezario, de Asset1 Investimentos, resume: “El gobierno hizo lo mínimo indispensable para conservar el marco fiscal activo, pero es insuficiente para aliviar la percepción de un deterioro fiscal“. Una crítica que resuena fuerte mientras los mercados lidian con los aparentes titubeos e insuficiente contundencia.
La desconfianza acerca del compromiso gubernamental con la estabilidad fiscal no solo ha agravado expectativas inflacionarias, sino que también ha empujado al banco central a endurecer las tasas de interés, en contraste con políticas más relajadas observadas en la Reserva Federal estadounidense, lo que solo intensifica la tormenta económica.
Las proyecciones del mercado ahora sugieren que la tasa de interés Selic, clave para mantener a raya la inflación en Brasil, podría alcanzar un 15% para finales del próximo año, según JPMorgan. Este ajuste en las expectativas es un claro reflejo del delicado equilibrio fiscal y económico que enfrenta la nación.
Cassiana Fernández, de JPMorgan, expresa una advertencia: “El riesgo de derrapaje fiscal más allá de lo anticipado podría avivar la demanda en una economía ya recalentada”. Así, la política monetaria deberá asumir un rol protagónico para mitigar estos efectos fiscales.
Y es que, dentro de un contexto de corrección generalizada de las divisas emergentes, la incertidumbre posicional ante las políticas de Trump en EE.UU. han presionado aún más a estos mercados. Un escenario complejo que pronostica adversidades mayores para las perspectivas de crecimiento de naciones como Brasil.
El real cuesta abajo
El debilitamiento del real, de más del 19% en este año, se inscribe en un panorama de fuertes pérdidas compartidas por otras monedas emergentes, sin embargo, destaca por su magnitud. El índice Ibovespa refleja este desánimo perdiendo más del 7%, un indicador de las complejas luchas financieras de Brasil a nivel global.
Algunas de las voces más críticas, como JPMorgan y Morgan Stanley, han rebajado la calificación de las acciones del país en las últimas semanas apuntando a un déficit presupuestario creciente y la necesidad de tasas al alza.
Desde el frente doméstico, Pedro Dreux, de Occam Brasil Gestao, expresa una desilusión palpable: “El gobierno pasó meses generando expectativas para presentar un paquete de recortes y, en su lugar, percibimos estímulo fiscal“. Esta narrativa alimenta un combustible ya inflamado ante las preferencias de una administración percibida como poco austera.