Lenny Kravitz deslumbró en una noche inolvidable de rock, donde los clásicos resonaron con fuerza y un niño alcanzó el estrellato al recibir un regalo inesperado en el escenario.

¿Es Lenny Kravitz un simple mago cuyos trucos ya no sorprenden? ¿O acaso se ha convertido en un jugador de póker veterano cuyas cartas están marcadas? ¿Un actor que, pese a su impresionante carrera, repite el mismo guion? Todas estas preguntas nos llevan al epicentro de un artista que jamás ha ocultado sus inspiraciones, ni ha temido rendir homenaje a sus ídolos. Lenny Kravitz, ese fenómeno de la música que ha deslumbrado y cautivado a generaciones, se presenta nuevamente ante su público argentino, reafirmando su postura como uno de los más grandes del rock en las últimas tres décadas.

Desde John Lennon hasta Prince, la lista de influencias que conforman el ADN musical de Kravitz es interminable. El rock, el soul, el funk y el R&B son el combustible de su arte; un arte que se ha mantenido firme en un paisaje musical en constante cambio. Con más de 35 años en el ojo del huracán, Kravitz no busca innovar, sino disfrutar de lo que ama y lo que mejor sabe hacer, dejando un legado que va más allá de las modas pasajeras.

Regresando a Argentina cinco años después de su última presentación, el artista nacido en Nueva York viene a presentar su duodécimo álbum de estudio, Blue Electric Light. En este nuevo capítulo, Kravitz centraliza su esencia en el funk y el soul, con frases líricas que giran en torno al amor propio y el crecimiento personal. En un momento en que muchos buscan desesperadamente la vanguardia, él se aferra a su estilo, dejando claro que su mayor deseo es simplemente celebrar la música que lo llevó a la cima.

Con una apertura poderosa con “Are You Gonna Go My Way”, Kravitz dejó claro desde el primer acorde que aún tiene el poder de encender una multitud. Vestido con jeans ajustados, chaqueta de cuero negro y sus icónicos dreadlocks, el sex symbol del rock desplegó todo su magnetismo. Cada éxito que resonaba en el Movistar Arena era un recordatorio del artista multi-instrumentista que es, rápidamente alternando entre la guitarra eléctrica y el bajo con la maestría de un virtuoso.

Entre sus letras se destacó “Believe” con un toque acústico, mientras que la potente “Always on the Run” fue uno de los momentos culminantes del show. De la mano de su banda, compuesta por músicos talentosos y versátiles, Kravitz no solo reafirmó su calidad de showman, sino también como un ícono que aún sabe cómo atraer a las masas.

Los acordeones sonaron con fuerza en “Low” y “The Chamber”, y más tarde, el momento emotivo llegó cuando un niño, afortunado tras ser invitado por Kravitz a subir al escenario, le entregó una púa, solidificando una conexión que hace eco del legado que el artista dejará en las nuevas generaciones. Y es que en medio de tantas luces y sonidos, Kravitz supo tejer la trama de su vida a través de sus grandes éxitos, llevándonos de su faceta más íntima a la explosión del rock.

En conclusión, Lenny Kravitz no solo es un ícono del rock, sino un verdadero artista que, tras más de 30 años en el escenario, continúa ofreciendo un espectáculo que deslumbra y emociona. A la finalización del concierto, el ruido de “American Woman” y “Fly Away” dejó claro que, a pesar de los años, su esencia sigue intacta. El público, una vez más, lo adora como el rey que es, dejando claro que su legado continuará vivo en cada acorde que resuene en los corazones de los amantes del rock.