Óscar Ustari cuenta cómo cumplió una promesa a Messi después de 20 años.

En una reveladora entrevista con TUDN para Marie Claire, el destacado guardameta argentino, Oscar Ustari, desnudó las entrañas de una promesa forjada en la juventud junto a la leyenda del fútbol mundial, Lionel Messi. Dos íconos, dos trayectorias que un día se cruzaron en el horizonte del deporte rey, emergiendo desde las mismas calles de Argentina.

Ustari narra con nostalgia: “Nosotros nos conocimos con Leo, al otro día cumplí años y viajamos a un amistoso. Hoy, después de veinte años, veo a un hombre, un padre y un esposo que ha alcanzado todo gracias a un desmedido esfuerzo. Le digo ‘sos tan terco, tan caprichoso que terminás logrando lo que querés’, y al mismo tiempo, un amigo”. Estas palabras resuenan porque en un universo donde pocos logran mantenerse en pie, la amistad que nace del barro y la lucha se vuelve esencial.

El tiempo ha podido más que la distancia y el sueño de coexistir en un mismo club se hizo palpable: “Después de 20 años me vuelvo a encontrar con él, es algo que deseábamos de chicos. Nos agarra a los dos maduros, disfrutando esta etapa y con la exigencia que tiene Leo, que obliga a estar al cien por ciento”. Un reencuentro que trasciende lo deportivo, un abrazo a la vida y a los desafíos que aún restan por enfrentar.

En su relato, Ustari comparte un episodio que podría ser parte de un guion cinematográfico: “Fue algo loco porque yo vengo un viernes a Miami a visitar, me voy a Orlando, justo se lastima un compañero y necesitaban un arquero. Era algo insólito, porque le decía ‘enano, el viernes estábamos tomando mate, tu vestido de Inter yo de civil y ahora estamos los dos'”. Y la respuesta de Messi, en su inconfundible tono de líder: ‘hay que disfrutar, estamos acá para ganar'”. Palabras que encarnan el espíritu de un equipo que sigue aspirando a la grandeza.

Sin embargo, la travesía del arquero no ha sido sencilla: “Me recupero y… en la primera parte sí, luego ya no (apoyo de Atlas). Necesitaba mostrarme, seguir jugando. Me había recuperado y quería jugar los últimos dos partidos, así fuera en la 20, para demostrar que estaba bien. Me dijeron que iba a tener contrato porque era el capitán, y de un momento a otro me dijeron que no iban a contar conmigo. Lo más duro fue no haber podido demostrar que estaba al cien; tuve que empezar de cero, entrenar solo. A los clubes les costaba confiar porque no sabían cómo había quedado”. Una dura realidad que retrata la fragilidad del éxito en un mundo donde el fútbol no solo es un juego, sino un negocio y una lucha constante por la reivindicación personal.