Tigre le arruinó el debut a Fernando Gago como entrenador de Boca y lo goleó en su cancha.
Publicado: 20 / 10 /2024Si alguien entrara al mundo del fútbol argentino y presenciara el 0-3 contra Tigre, podría pensar que solo es otro episodio de la larga narrativa sobre Boca en este 2024: un equipo que juega siempre mejor en su casa, contrastando con un rival que, de visitante, se atreve y lo arrastra a un escenario sombrío.
Esta fue la primera imagen que nos dejó Fernando Gago en el banquillo de Boca. Desde su llegada, la expectativa había crecido como la espuma; un Xeneize que se intuía prometedor, revitalizado por un viejo conocido que encaraba un desafío titánico. En el aire flotaba la esperanza de que la llegada de un técnico que abrazaba el juego ofensivo y despreciaba el miedo podría cambiar el rumbo de un equipo sumido en la mediocridad.
Pero, en el fútbol, como lo sabemos, no hay magia. Gallardo nos lo repitió en su regreso a River. Gago no fue mago, y eso se reflejó en el campo. Boca fue un triste reflejo del desastre que dejó Diego Martínez. Los jugadores mostraron una alarmante falta de idea y se vieron atrapados en un sistema que no les pertenecía. Merentiel y Zenón, adaptados a nuevas posiciones, no lograron aportar la chispa necesaria.
Tan solo minuto y medio después del pitido inicial, la ilusión se desvaneció; el equipo no pudo sostener la presión ni la recuperación rápida que Gago prometía. La primera parte fue un monólogo del Tigre que se apoderó del partido, incluso aprovechando la desafortunada salida por lesión del prometedor Florian Monzón. El ingreso de Blas Armoa marcó un cambio; su desbordante energía puso en jaque una defensa que, una vez más, dejó mucho que desear.
El gol de Nehuén Paz, un tanto polémico con evidentemente discusión por la mano, dejó a Boca en una posición adversa. El criterio arbitral fue cuestionado, pero la realidad en la cancha mostraba que Tigre estaba mejor preparado y que el resultado, si bien ajustado, en verdad podría haber sido más abultado.
Gago optó por mantener a sus once iniciales, buscando soluciones mediante un reacomodamiento táctico. Pese a un breve dominio en la segunda mitad, el esquema pareció disolverse entre las manos de un equipo que convertía más en regalo que en lucha. El regreso de Pol Fernández, uno de los cambios más esperados, no logró revertir el tono sombrío de la noche.
El ocaso de esta triste representación se consumó con un segundo gol de Agustín Cardozo y un tercero, del letal Sebastián Medina, que definieron un debut lleno de frustración para el flamante Gago. La ilusión de un resurgimiento fue barrida por un golpe de realidad que lo llevó hacia un abismo, donde lo que había sido un anhelo de cambio se transformó rápidamente en un fresco de decadencia.
La salida de esta noche le enseñará a Gago que las ilusiones deben ser acompañadas por resultados tangibles en la cancha. Este Boca se parecía demasiado al que se quedó atrapado en el juego de Martínez, y las promesas de un cambio resuenan, hoy, vacías en el eco del silencio de un estadio que pedía fuerza y solidez.