“Como artista, le hablo justo a esa parte de la persona que no habla”
Publicado: 01 / 10 /2022
Entre anécdotas sobre lo difícil que fue sobrevivir a la era Trump, confesiones literarias, especulaciones sobre el vínculo entre la inteligencia artificial y el arte y una defensa cerrada de los festivales y las ciudades como “la Ruta de la Seda de la Cultura”, la artista visual, escritora y performer multimedia Laurie Anderson adelantó durante una charla los detalles de su participación en el Filba, donde mañana guiará una performance de poesía basada en una inteligencia artificial que registra todo lo que alguna vez hizo la también vocalista y el domingo cerrará el festival con una lectura pública.
“No es que me interese la inteligencia artificial en sí sino que me parece enriquecedora la idea de disponer de la mayor base de datos sobre una cuestión de interés. Imagínense si estuvieran escribiendo algo y pudieran tener acceso a todo lo que han escrito antes sobre eso”, explicó a los periodistas que la escuchaban en la librería Eterna Cadencia como adelanto de qué va la actividad que este sábado presentará a las 20 en el Centro Cultural Recoleta con la ayuda de un programa diseñado en Australia.
“Compila todos mis escritos y mis discos y genera algoritmos que tienen estilo y esa voz. Entonces, estoy escribiendo algo y tira conexiones con alguna otra cuestión del pasado. Hace cortes abruptos muy extraños. No sigue una lógica sino que tiene una lógica más bien poética”, contó y, advirtió que no tiene un interés específico en las máquinas “porque tienen muchas reglas”, sino en las conexiones que pueden generar. “Mañana vamos a experimentar. Vamos a tomar palabras y ponerlas en esta composición algorítmica. Es interesante ver las asociaciones que hace. No es tan buena para contar historias pero sí en la cuestión poética. Ayuda a salir del hábitat. Propone una ruta diferente y sacude los esquemas”, se entusiasmó.
La creadora, pareja del fallecido Lou Reed durante más de 20 años, comenzó su carrera discográfica con el mítico “O Superman” en 1981 y después con la banda de sonido de “Home of the Brave” y “Life on a String”. Sus recitales como performer (el último en Buenos Aires fue en 2017) van desde simples narraciones hasta sofisticadas presentaciones multimedia como “Songs and Stories for Moby Dick”. En paralelo, publicó siete libros, mientras sus muestras artísticas recorrieron los museos de todo el mundo.
Al ser consultada sobre el rol de los algoritmos en la literatura y el arte, y sobre cierto “anonimato” de las audiencias actuales, Anderson relativizó la cuestión al ponerla en el contexto histórico: “En realidad, nunca sabemos bien a quiénes les escribimos. Muchas veces la gente llega a una obra por pura casualidad. No hay un cálculo posible. Lo que sucede con las artes escénicas es que uno tiene una percepción inmediata, un termómetro”. Después, hizo un silencio y se interrogó a sí misma sobre una cuestión más solapada del tema de las audiencias: “Si me preguntaran a quién le hablo como artista diría que le hablo justo a esa parte de la persona que no habla”.
Inclasificable y polifacética, explicó por qué lo suyo siempre ha orbitado en la bifurcación de los caminos del arte: “Si bien hay ciertos formatos que se adaptan mejor a un propósito, no me gustan las categorías porque solo un verso de Leonard Cohen puede ser una gran obra de arte. Pero sin dudas, en la combinación de la narrativa y lo audiovisual es donde más cómoda me siento”.
Pionera en la aplicación de la tecnología en las artes visuales, advirtió que cada vez está más interesada en percibir las obras de manera corporal. Entonces, contó apasionada y con un entusiasmo casi infantil cómo uno de sus colaboradores, de origen taiwanés, trabajó sobre “esculturas bellísimas e hiper radicales” en una cárcel de su país: “Con unos sensores en las manos, hizo mapas de percepción. Logró representar el espacio sentido y me encantó su proyecto porque era algo que no había visto nunca”.
Al ser consultada sobre cómo se sentía al participar de un festival eminentemente literario como el Filba y sobre su relación con la palabra, consideró que no le importaba “tanto el medio como la acción”. “En este momento estoy haciendo unas pinturas muy grandes pero muy malas. Y cuando pinto, hago gestos muy similares a los que hago cuando toco el violín. Ese gesto esconde que las preguntas detrás son las mismas: ¿Es lo suficientemente sentido? ¿Vale la pena? ¿Qué transmite? Pero no es un tema con las palabras. En la pintura no hay palabras. Es cierto que muchas veces un artista describe su obra pero yo no confío en eso”.
Al analizar qué lugar tiene la literatura en su proceso creativo, se definió como “una buena lectora, que ama leer y que tiene miles de libros” y, por otro lado, como una “escritora de historias cortas”. “Para mí, escribir implica un 95% de editar. La idea de asumir que la mayor parte de lo que uno escribe es mala es una manera de liberarse y de empezar a hacerlo. En el momento cero de la escritura estamos llenos de dudas existenciales y eso puede ser paralizador”, contó sobre cómo se piensa como escritora. Contó que “Tristram Shandy” de Laurence Stern sea tal vez su libro más preciado y, curiosa, le pidió a su auditorio que le recomendaran autores argentinos para poder leerlos. En ese momento, surgió el nombre de Mariana Enriquez y la casualidad (o no) hizo una de sus jugadas. “Mariana está del otro lado de la puerta. Ahora te la presentamos”, le prometió uno de los presentes.
Anderson fue categórica al recordar los años del expresidente Donald Trump en la Casa Blanca: “Sufrimos tanto. Estoy aterrada con la idea de que vuelva. Fue escuchar la locura constantemente. Asistimos a la guerra entre lo que es real y lo que no es real. Polarizó muchísimo a los Estados Unidos.¿Qué pasa cuando vos creés que el otro no es real? Lo podés matar. Es sumamente peligroso como concepción y hay que sumar algo más: todo el mundo está armado. Son millones y millones de armas. Es aterrador”. Más allá de las particularidades de los Estado Unidos, la artista aceptó que el trumpismo es parte de “una tendencia mundial al fascismo”, pero hizo un llamado a no rendirse, a movilizarse, a hablar y a denunciar.
Al término del encuentro, contó que una de las razones por las cuales aceptó la invitación de un festival literario es porque valora mucho la instancia de los festivales en las grandes ciudades del mundo. “Me interesa realmente conocer escritores argentinos. No me gustan las generalizaciones, hay algo ahí que se pierde. Los festivales ponen en contacto a gente que de otra forma no se conocería. Ayudan a la mezcla. A salir del agujero propio para ir al encuentro de un otro”. Y junto a los festivales, Anderson hizo una encendida defensa de las ciudades: “Ahí nacen las voces colectivas. Son las que hacen una verdadera comunicación de la cultura y lo hacen mejor que los gobiernos, a los que en definitiva solo les interesa la veta comercial”.
“Las ciudades son la Ruta de la Seda de la cultura”, se despidió, dispuesta a recorrer Buenos Aires durante esta quinta visita y a ponerse en contacto con la literatura local.