Cómo se construye el fenómeno de una película para la temporada de premios
Publicado: 09 / 09 /2022
Cada año, cuando comienza septiembre, larga la denominada “temporada de premios”, un intenso período de seis meses que se extiende hasta marzo siguiente con la entrega de los Oscar. Una sumatoria de -claro- logros artísticos, pero también de millonarias inversiones, campañas de marketing, operaciones mediáticas y mucho lobby.
La señal de largada la dan tres festivales que se desarrollan de forma casi simultánea: la Mostra de Venecia, Telluride y Toronto. Allí se producen los estrenos mundiales de las películas que los estudios tradicionales, los sellos independientes y los gigantes del streaming consideran sus principales apuestas, sus producciones de prestigio.
Es cierto que a veces terminan ganando filmes que fueron lanzados antes (como la coreana “Parasite”, que tuvo su premiére en Cannes 2019; o “CODA: Señales del corazón”, que arrancó en Sundance 2021), pero en general los focos se concentran en los lagometrajes que inician su recorrido en esas tres muestras o poco después en la de Nueva York, luego se estrenan comercialmente en pocas salas y en las semanas siguientes se les van sumando pantallas a medida que el consenso crítico y el “boca a boca” va creciendo.
¿Cómo se construye ese consenso, ese buzz como se lo denomina en el ambiente? ¿Cómo posicionar a una película para que concite atención en la conversación pública? Para ello hay un ejército de ejecutivos, expertos en lanzamientos, influencers en redes sociales, lobbystas, compañías de ventas, agentes de prensa y… muchos millones en juego.
Es que, si bien el Oscar es el final del recorrido y el premio mayor, durante el largo camino hay muchas otras ceremonias de asociaciones de críticos, de sindicatos, gremios y asociaciones del sector audiovisual, y cualquiera de esas distinciones es muy bienvenida por cineastas e intérpretes ávidos de reconocimientos para satisfacer sus egos o (re)lanzar sus carreras.
Hay formas de hacer campañas bastante obvias (como las publicidades “For Your Consideration” que se hacen en los medios especializados que suelen leer los y las votantes de la Academia de Hollywood u otros referentes del sector), pero también existen otras herramientas más “casuales” (aunque en verdad tienen mucha elaboración detrás) como las apariciones de celebridades en las alfombras rojas y las standing ovations, esa ovaciones con la platea de pie durante varios minutos que luego se replican en redes para demostrar cuán emotiva ha sido la respuesta, cuando en verdad están exacerbadas en muchos casos por integrantes del equipo y otros invitados incondicionales de la película en cuestión.
Sin embargo, la moda de los aplausos como argumento para justificar la supuesta calidad artística de una película y amplificar sus posibilidades para los premios es tal que en los últimos días periodistas de un influyente medio como Variety armaban y publicaban rankings de las ovaciones más largas.
Por supuesto, no estamos ante una ciencia exacta, no siempre ganan las mejores películas, ni las que hacen campañas más creativas, ni las que invierten más millones de dólares, pero este es un circuito (y sobre todo un negocio) en el que participan medios, comunicadores, agencias, estudios, planificadores de eventos y expertos en lobby.
Una campaña para premios implica contactar y enviar screeners (antes eran DVDs físicos) a los miles de votantes, organizar cócteles, giras promocionales, pautar en Variety, The Hollywood Reporter, Deadline, Screen International, IndieWire y decenas de otros medios especializados (trade papers en la jerga), y costosas campañas que incluyen muchas veces invitaciones y regalos que están en el límite del soborno (la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood y sus Globos de Oro entraron en crisis precisamente por normalizar ese tipo de prácticas).
Para poner el ejemplo del streamer más poderoso como es Netflix, este año presentó en el inicio de la temporada festivalera “Ruido de fondo” (“White Noise”), película de Noah Baumbach con Adam Driver y Greta Gerwig sobre novela de Don DeLillo; “Rubia” (“Blonde”), de Andrew Dominik, con Ana de Armas como Marilyn Monroe; “Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades”, del mexicano Alejandro González Iñárritu, con Daniel Giménez Cacho y la argentina Griselda Siciliani; y “The Wonder”, historia de época rodada por el chileno Sebastián Lelio con Florence Pugh como protagonista, por citar solo algunas.
Pero también están ya en carrera “The Whale”, de Darren Aronofsky, con Brendan Fraser; “Tár”, de Todd Field, con Cate Blanchett; “Bones and All”, de Luca Guadagnino, con Thimothée Chalamet y Taylor Russel como dos amantes caníbales; “The Eternal Daughter”, de Joanna Hogg, con Tilda Swinton; “The Bansheed of Inisherin”, de Martin McDonagh, con Colin Farrell y Brendan Gleeson; “The Son”, de Florian Zeller, con Hugh Jackman, Laura Dern y Vanessa Kirby (suerte de filme compañero de la exitosa “El padre”); o “The Fabelmans”, film autobiográfico de Steven Spielberg con Michelle Williams, Paul Dano, Seth Rogen, Judd Hirsch y David Lynch.
El caso de “Argentina, 1985”, la más reciente apuesta de Santiago Mitre que reconstruye el Juicio a las Juntas Militares, se ha posicionado muy fuerte para esta temporada de premios, al punto que Variety la ubicó como segunda favorita a ser nominada en la categoría de Mejor Película Internacional para los próximos Oscar.
Este thriller judicial que el 29 de septiembre se estrenará en los cines argentinos tiene casi todos los elementos que la hacen una producción “oscarizable”. Está basado en un caso real que conmovió al mundo (primer juicio a unos genocidas por parte de un tribunal civil), varios elementos y arcos dramáticos ya probados por las dos ganadoras argentinas de la estatuilla (“La historia oficial” y “El secreto de sus ojos”), un gigante como principal financista (Amazon, que el 21 de octubre la lanzará en todo el mundo en su servicio de streaming Prime Video), un protagonista muy reconocido a nivel global como Ricardo Darín, una reciente première mundial en uno de los tres festivales citados en el inicio de esta columna (la Competencia Oficial de Venecia) y productores hábiles para diseñar campañas como Axel Kuschevatzky y Victoria Alonso, nada menos que una de las principales ejecutivas de Marvel, quien decidió incursionar fuera del grupo Disney con este película.
Casi todos los casilleros tildados como para soñar con, al menos, una de las cinco nominaciones y -por qué no- hasta con algo más.