cuando la voz de Mercedes Sosa volvió del exilio
Publicado: 14 / 09 /2022
Para cuando empezaba a asomar la primavera del año 1982, el disco “Mercedes Sosa en Argentina” ya había trepado al podio de los álbumes más vendidos de la Argentina, título que ostentaría por un buen tiempo, y que marcaría un antes y un después en su carrera.
No era para menos. Se trataba del álbum que había grabado en vivo durante sus presentaciones en el Teatro Opera de aquel año, en el que volvió del exilio para reencontrarse con su pueblo, cuando aún imperaba el terror de la dictadura cívico-militar.
En efecto, hace 40 años, nuestra máxima representante del folklore, a sus 46 años, volvía a los escenarios argentinos, un disco de ella volvía a las bateas, y es también el momento en que se acercaba por primera vez al rock.
Tal como señala el historiador Sergio Pujol, “así como Mercedes Sosa estaba calificada en los informes de la Side como ‘comunicador llave’, de sujeto peligroso por su poder de convocatoria y de su alta credibilidad entre sus seguidores”, para la mayoría de los argentinos del 82 Mercedes Sosa era una superviviente, y, en cierto modo, un símbolo de resistencia”.
Sus discos nunca habían dejado de escucharse, aunque sí habían dejado de editarse y de difundirse. El anuncio de que se presentaría en el Teatro Opera de la calle Corrientes generó una enorme expectativa, y las 2.500 localidades disponibles por cada presentación se agotaron de inmediato.
Hizo 13 funciones del 18 al 28 de febrero.
El año anterior, otra artista muy poco grata para la SIDE, no había corrido la misma suerte: Joan Baez, identificada plenamente con las Madres de Plaza de Mayo y las organizaciones de Derechos Humanos, vino a la Argentina en 1981, y se le prohibió cantar.
Pero con los conciertos de Mercedes Sosa la cosa fue diferente: el productor de estos shows, Daniel Grinbank, vinculado estrechamente al ámbito del rock, había empapelado toda la ciudad con el anuncio del regreso de Mercedes Sosa, aun antes de confirmárselo a ella; de este modo, no había dejado lugar al gobierno militar para una vuelta atrás, pues el escándalo de censurarla ahora sería de enormes dimensiones.
Según contara oportunamente su hijo Fabian Matus, tuvo que negociar frente a un oficial de la Policía y a su arma desenfundada en la Superintendencia de Seguridad Federal para que se liberara el repertorio de su madre, en gran parte prohibido, y pudo lograrlo, salvo con dos canciones: “Fuerza, fuerza”, de José Luis Castiñeira de Dios y Susana Lago, y “La carta”, de Violeta Parra. Esos dos temas no llegarían al escenario del Opera.
En cambio, sí lo harían otros grandes temas como “Canción con todos” de César Isella, “Sueño con serpientes” de Silvio Rodríguez, “Fuego en Anymaná” de Armando Tejada Gómez, “Cuando tenga la tierra” de Daniel Toro, “Guitarra enlunarada’” de Marcos y Sergio Valle, y “Triunfo agrario” de Armando Tejada Gómez.
Canciones que sí vibraron en la voz de Mercedes esas noches, aunque no todas quedaron seleccionadas para el disco, como es el caso de las tres últimas aquí mencionadas. Quienes hayan asistido al Ópera recordarán a Mercedes cantando “Guitarra enlunarada” y proclamando a viva voz sobre el final aquella palabra que nos habían arrebatado: “¡Libertad, libertad, libertad!”
Lo mismo sucedió con los invitados que fueron muchos y variados. Algunas participaciones, como las de Julio Lacarra y Rubén Rada, no llegaron al vinilo, pero sí se hicieron oír en el concierto.
Lo cierto es que fue en estos shows en el Ópera donde Mercedes Sosa hizo confluir géneros como el folklore, el tango, el rock, con invitados como Antonio Tarragó Ros, para hacer “María va”; Rodolfo Mederos en el bandoneón de “Los mareados”, y artistas de la escena del rock, de los que Mercedes Sosa interpretó sus temas. Charly García, León Gieco y Piero fueron los que estuvieron allí, y con ellos Mercedes canta “Cuando ya me empiece a quedar solo”, “Solo le pido a Dios” y “Soy pan, soy paz, soy más”.
A partir de estos recitales, de los que se grabaron cinco y salieron las 20 canciones de su exitoso disco doble en vivo, La Negra se inserta en el panorama de la música joven, y seguirá incluyendo en su repertorio, a lo largo de toda su vida, canciones compuestas por artistas del ámbito del rock.
“En el ’81 fui a ver “Submarino amarillo” en España, y me admiré y me dio vergüenza de mí misma, por haber tenido el prejuicio de no verla cuando se estrenó –cuenta Mercedes-. De la misma manera yo no había escuchado a Charly García ni a Nito Mestre. Indudablemente a ellos les debe haber pasado lo mismo con nosotros. El ser humano está lleno de prejuicios y preconceptos, y la falta de libertad no sólo se siente en la libertad colectiva, sino en la libertad mental de cada persona”.
Los prejuicios del folclore con el rock, y viceversa, fueron superados en la voz de Mercedes Sosa.
Cuenta Facundo Arroyo, periodista y docente, quien actualmente escribe un libro sobre el regreso del exilio de Mercedes Sosa para la editorial Gourmet Musical, que la idea inicial era tantear el terreno y hacer una gira por todo el país, pero no se pudo porque no estaban dadas las condiciones. Inclusive, tuvieron que sacarla de manera subrepticia durante el último show.
A los tres meses, con la guerra de Malvinas en marcha, inicia una gira por Brasil donde graba con varios músicos entre ellos Milton Nascimento y Chico Buarque. Hacia fin de año vuelve a la Argentina para arrancar una gira nacional por un país distinto, en el que tras la derrota militar en el Atlántico Sur, ya se había iniciado el retorno a la democracia.
Sobre esas presentaciones, Olga Gatti, quien formó parte del equipo de trabajo de Mercedes por más de tres décadas, cuenta en el libro “Mercedes Sosa, La Negra” de Rodolfo Braceli, que “había mucho miedo, pero también un enorme interés. No fue fácil aquello, en más de una ocasión, vivimos situaciones de terror, pero siempre nos tranquilizaba Mercedes. Confiábamos fielmente en sus intuiciones”.
La gira culminó en un estadio de Ferro repleto de jóvenes que revoleaban sus remeras, saltaban, gritaban, cantaban, y se emocionaban hasta las lágrimas. En el escenario estaba ella, la mujer en cuya voz la palabra “libertad” tenía una profundidad trascendental, por eso aquella noche recibía una ovación sin precedentes cada vez que la pronunciaba, o la entonaba.
“En la cancha de Ferro en la que vibra todo el campo, todas las plateas, y las tribunas, Mercedes Sosa sale por el túnel de los jugadores, ovacionada –como una estrella de rock, podría decirse hoy, pero la frase no se ajusta al momento del concierto–. Allí está Mercedes, junto a Omar Espinosa en guitarra y José Luis Castiñeira de Dios en bajo eléctrico, el enorme Domingo Cura en percusión, sus jóvenes invitados: un León Gieco folk, un colorido Charly García (luciendo camisa hawaiana de época), un Piero fiel a sí mismo”, describe la periodista Karina Micheletto.
Allí estaba Mercedes Sosa, rodeada de la mística de la cultura rock argentina; y fue más parte que nunca de esta cultura rock, al cantar “Sólo le pido a Dios”, con León Gieco, “Cuando me empiece a quedar solo” e “Inconsciente colectivo”, junto a Charly, y “Soy pan, soy paz, son más”, con Piero.
Allí estaba ella, allí estábamos, muchos y muchas, del palo del rock, y de otros palos, para escucharla decir “libertad”. En el género musical que fuera.