“Hacete amigo del juez…”

Publicado: 12 / 01 /2023


Foto Archivo
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No sé de qué se asombran o por qué se indignan. Ni tampoco sé para qué hacen manifestaciones delante de un edificio absolutamente hueco como es el de la CSJ o incluso el carcelario Comodoro Pro. Aprendan de la socarronería del Viejo Vizcacha, aconsejando a Fierro.

En un país donde todavía hay cotos cerrados que no permiten el paso a nadie salvo que sea juez, donde la medieval “tabla de rangos” sigue vivíta y coleando en el Poder Judicial y donde la máxima autoridad nacional y popular no se anima a pegarle un cachetazo a cuatro descarados, ¿de qué cabreo me hablan?

“País generoso” calificó a la Argentina un querido amigo cuasi neerlandés. La verdad, además es “país tolerante”, “país abusado”, “país complaciente”…

Mientras uno clama en el desierto porque la única solución, una nueva Constitución, es pudorosamente ignorada, los apolillados y atornillados dueños de los sitiales de la suprema justicia hacen lo que se les canta. Sacan cautelares, derogan leyes, se pasan por las… togas las timoratas decisiones de la máxima autoridad nacional y popular.

Con cierta magnánima indiferencia rebotan las súplicas de esa máxima autoridad nacional y popular que intenta hacerles entender qué es derecho, qué es justicia, qué es imparcialidad. No, claro, lo entienden a la perfección. Es más, además de estudiarlo en la pertinente Facultad, dieron, dan y darán clases sobre el particular en cátedras absolutamente impregnadas de su coercitiva delincuencia.

Y dale que dale con las solicitadas multifirmas, con las resonantes declaraciones de centros de estudiantes o con razonables razonamientos de ilustres juristas que, en su momento y sin ningún empacho, fueron descabezados ante la inercia infantil (o no, vaya uno a saber) de esa máxima autoridad nacional y popular. Estos delincuentes sonríen suavemente, se indignan elegantemente, esperan algunas horas y luego siguen con sus devastaciones.

Desde Fierro o los olvidados sainetes porteños siempre se supo que estos cuervos de la justicia jamás abdicarán de sus derechos adquiridos. Adquiridos, digo, a base de violencia, estupro, cohecho, defraudación, malversación del erario público y demás incriminaciones del Código Penal.

Nosotros, los de a pie, hemos estudiado concienzudamente en nuestras turbulentas andanzas secundarias, todos los ejemplos habidos y por haber del accionar de estos malandras. Sin embargo, no hemos pasado de memorizar las primeras estrofas de Fierro o del intento de mantener viva la memoria de Florencio Sánchez, Alberto Vaccarezza o el mismísimo Discepolín.

¿Quién se acuerda de ellos? No, digo, ¿quién se acuerda de sus obras? Andá y preguntale a un “pequebu” porteño qué fue “Mi hijo el doctor”. Ni hablar de Roberto J. Payró y sus “Cuentos de Pago Chico”… ¡Mal, queridos! ¡Mal! Hay que leerlos para darse cuenta de la antigüedad de nuestros indolentes pecados de omisión, desinterés y olvido.

Esas mismas debilidades societarias que hacen que convivamos moderadamente con delincuentes declarados, que sigamos leyendo sacrosantas mentiras sobre los sacrosantos saqueos que cometieron, cometen y comenterán estos malhechores, sus vástagos, sus padres, sus abuelos y sus antecesores hasta llegar a los piratas y contrabandistas que, expulsados de las metrópolis imperiales, se dedicaron a merodear en nuestras vecindades. Que asimilemos los sesudos enunciados de carroñas periodísticas que cobran subrepticios sobres por ser defraudadores públicos.

Desde los Martínez de Hoz hasta los Blaquier, los Bullrich Pueyrredón, hasta los modernos Macrí de la “Ndrangheta”, los atildados Guelar, los Dujovne del inmobiliario ausente, el cuidadoso Dietrich o los Stanley con club propio de rugby en Harvard…

Mientras la máxima autoridad nacional y popular se ocupa de delinear legalidades y jurisprudencias, los educandos de Al Capone se divierten saqueando los tesoros nacionales, jugando a elevar las tarifas de sus propias empresas, designándose ellos mismos magistrados de toda magistratura o ejecutores descarados de siniestras turbulencias, dándose el gustazo de meter preso a quien se le de la gana o a quien intentó repartir equidad y haciéndole pito catalán a cualquier manifestación de angustia que experimente esa muchedumbre de pobres que no quiero ni mirar.

Se les permite emitir duros y agoreros pronósticos sobre nuestro futuro, cuando son los únicos responsables, reitero: LOS ÚNICOS RESPONSABLES del saqueo institucional más grande de nuestra historia. ¡Muchachos, ustedes sí que se afanaron un PBI entero!

Se les permite circular libremente por un país al que destrozaron, se comete la torpeza de debatir con ellos sobre los problemas nacionales, salen y entran del país como se les da la gana y nadie les pide que aflojen un mango de los insondables botines de sus perrerías. Y no sea cosa que a algún ingenuo se le ocurra reclamar el retorno de esos botines, cuidadosamente depositados en Delaware, Lichtenstein, las Caimanes, Hong Kong o Ginebra.

Hace 37 años que un tribunal extraordinario y valiente condenó a los asesinos de la dictadura militar. Recuerdo la atmósfera de libertad y plenitud que se respiraba en aquella sala no demasiado iluminada, cuando los jueces desplomaron justicia sobre las cabezas de los criminales. No hubo vítores pero sí lágrimas y abrazos. Los que cubríamos las deliberaciones del Tribunal nos sentimos cronistas de la historia. Nuestro país había dado la más acabada muestra de dignidad democrática y popular.

Reclamo un tribunal similar para estos facinerosos de guante blanco y elegantes modales, para estos habitués de jets privados, lagos escondidos, degustaciones en el Plaza neoyorquino o en Chamonix, para estos clientes de las callejuelas de Zurich. Y la misma cárcel que tuvieron los Videla o los Massera de hace 37 años.

En mi tierna infancia, el sustito era ver pasar los camioncitos celulares. Aquellos camioncitos azules que trasladaban delincuentes desde Devoto a Tribunales. Bueno, yo reclamo un camioncito de esos para terminar de una buena vez con estos tipos que se creen los reyes del mundo. ¡Adentro! ¡A picar piedra y que para ello reabran los penales de Sierra Chica o Ushuaia! Ya, de inmediato, ejecución sumaria. Mientras se preparan los juicios y se definen sentencias. Como en el 85. Como en Nuremberg. Traje a rayas y que se ganen el pan picando piedras.

¡Adentro! Y que los que queden afuera comprendan que con nosotros, los de abajo, los que laburamos todo el santo día, los que contamos los pesitos y nos volvemos locos para pagar la luz, el gas, la escuela, la medicina, el transporte, ¡NO SE JODE MÁS ¡NUNCA MÁS!

En cuanto a los sentimientos y sensaciones de la máxima autoridad nacional y popular, bueno, ya sería prudente que dejen paso al ejercicio del poder. En aquella famosa entrevista que Pino Solanas y Octavio Getino le hicieron en 1971, Perón decía: “El que quiere conducir con éxito tiene que exponerse. El que quiere éxitos mediocres que no se exponga nunca; y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada”.

Es el tiempo de hacer si lo que se quiere es conducir. Hay que sentar las bases de una nueva estructura social y económica en nuestra Patria. La que tenemos, desvencijada y violada todos los días, no admite más remiendos. Es hora de convocar a un nuevo compromiso constituyente. Siglo XXI. La máxima autoridad nacional y popular tiene, con tal fin, además de las necesarias herramientas, el insistente respaldo del pueblo.

Ese mismo pueblo que rodeó e hizo propia la “Scaloneta”, de la misma manera que el 25 de mayo de 2010 hizo propios a los nueve presidentes nacionales y populares de nuestra América.
De eso se trata. Este es el momento.
El punto crítico…

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Fuente: TELAM