‘Los micros de larga distancia’

Publicado: 12 / 01 /2023


Telam SE

Los micros de larga distancia

Viajar en micros de larga distancia tiene su encanto, si no tenés otra forma mejor de viajar.

De entrada, tenés que ir a una “terminal” de micros. Que no es un nombre correcto, a menos que lo micros que lleguen a la terminal, no vuelvan a salir nunca más. 
Tampoco sirve llamarla “Inicial” porque no tendría sentido que a la “inicial” lleguen micros a “terminar” su viaje.

Ni hablar si tu viaje es de ida y vuelta: debería hacerse desde una inicial a una terminal, pero a tu regreso la terminal se convierte en inicial y la inicial en terminal.

Y todo esto si tenés la suerte de que la estación sea un edificio propiamente dicho. En muchos lugares la terminal es “ese lugar que está cerca de la rotonda”.


El viaje en micro tiene varias etapas:

1. El Equipaje: Al pie del mastodonte y entre olor a gasoil y micros que te raspan la oreja, un señor hombrea bolsos, valijas y cajas de dudoso contenido dentro de la bodega del bondi, y le pone un ticket de más incierta calidad que agua recalentada de pancho de cancha. Como no tienen uniforme, nunca sabés si es alguien de la empresa, si es alguien de la “terminal” o si es simplemente un vecino de la zona, muy aburrido.

Luego de despachar la valija, hay que subir al micro, que es un proceso que tiene dos partes: Primero la revisión del pasaje por parte del fercho. Que lee el papelito que le entregás, pero dando la sensación de que no observa con la debida atención por lo que siempre terminás preguntando: “¿Este es el de las 22.15 a Santa Clara?” – única forma de asegurarte que lo sea, porque el cartel en el frente del bondi puede llegar a decir: Chocón-Cerro Colorado.

Segundo paso: la subida al micro propiamente dicha. Por más que sean numerados los asientos, a medida que te adentrás en el bus, siempre vas pensando que tu lugar va a estar ocupado. Tal vez por eso, todos los que ya están sentados te miran avanzar con cara de “¿no me digás que te vas a sentar justo acá?”

A medida que vas llegando a tu asiento, comenzás a relojear el ambiente en busca de niños o personas con tos. Porque no pueden faltar en un micro. Y siempre te tocan cerca.

Y entonces cierran la puerta, y el micro arranca. Y el fercho que no va a manejar de entrada pasa por los asientos, haciendo como que cuenta la cantidad de pasajeros, (aunque a mi me da la sensación de que está junando a la gente para ver si hay levante).

Una vez que el bus pasa por todos los cráteres del camino de salida de la terminal, te das cuenta de varias cosas que te van a “alegrar” la travesía: 
– Tenés ventanilla, como pediste, pero no tenés ventanilla: tenés el parante que separa dos ventanillas. Y la cortina cierra menos que la contabilidad del mundial de Qatar.

Y si en una de esas queda un lugar libre, no te dejan cambiarte y ocuparlo. Es para los que abordarán el micro en las paradas de Loma del Kinoto, Mitad de Camino y Paraje La Angustia

-Relajarse no es fácil: dependiendo de la antigüedad de la unidad, al rato apagan las luces y en las pantallas empieza una película. Llamarla “película” es un piropo desmedido. Son las copias que jamás nadie alquiló en un videoclub desde el año 1993. Y vos querés dormir y la película es de tiros, o de guerra o de accidentes viales. El único momento de silencio de la película ocurre al desconectarse la pantalla cuando el micro atraviesa un lomo de burro.

Lo que sigue depende de la estación del año: si es invierno, la calefacción está al mango y hace más calor que en el horno de una pizzería del trópico en verano.

Si es verano, el aire acondicionado puede o no andar. Si no anda, todo el mundo estará a los insultos, pero no hay a quien insultar: Uno de los choferes está manejando y el otro está apoliyando en algún lugar, y si algo no querés, es despertar al fercho que está apoliyando.

Si el aire anda, la temperatura ronda los -35º centígrados, se produce escarcha en la ventanilla y en el parante, y ahí sabés que solo sobrevivirá el viaje el lapón que está sentado en el 14b.

Y si el viaje es largo, o te tomaste una birra antes de salir, tendrás que visitar el baño. Consejo: tratá de usarlo en el primer tramo del recorrido. Hacia el final es mejor aguantar, o simplemente reventar, que es mucho más agradable que tener que entrar en ese cubículo diseñado por la empresa Satanás-Belcebú Hermanos.

Y finalmente, llegás a tu destino, que es otra terminal. Medio estúpido por la falta de sueño, o por todo lo contrario, con sed, hambre, frío y calor, con ganas de ir al baño, todo junto, te abalanzás sobre la bodega a rescatar tu equipaje, porque la revisación de los tickets es menos certera que pronóstico de astrólogo preso.

Y ya con tu equipaje, encarás la salida. Y a buscar un taxi, un remis o un sulqui… pero esa, esa ya es otra historia. Y otro problema que analizaremos, o no, cuando logre bajarme de este micro en el que estoy hace 19 horas, sin aire, con hambre, con ganas de ir al baño…





Fuente: TELAM